Kanji La Escritura Japonesa 6 Ed.
Poco se sabe acerca del origen del idioma. Hay textos chinos del siglo III que documentan algunas palabras japonesas, pero los primeros textos extensos no surgen hasta el siglo VIII. Durante el período Heian (794-1185), el chino ejerció una profunda influencia en el vocabulario y fonología del japonés antiguo y del medio temprano. El japonés medio tardío (1185-1600) se acerca sustancialmente al japonés contemporáneo. En este período se incorporan también los primeros préstamos europeos. Tras el fin del aislamiento en 1853, la cantidad de préstamos de lenguas europeas aumentó considerablemente, especialmente del inglés.
kanji la escritura japonesa 6 ed.
Aunque la lengua no tiene relación genética con el chino, la escritura japonesa utiliza caracteres chinos llamados kanji (漢字) y gran parte del vocabulario proviene del chino. Junto a los kanji, el japonés utiliza dos silabarios: el hiragana (ひらがな) y el katakana (カタカナ). El alfabeto latino (en japonés romaji) se utiliza para escribir acrónimos y el idioma emplea tanto los números arábigos como los chinos.
El japonés está difundido en su mayor parte, como es lógico, en Japón, donde es hablado por la mayor parte de la población. Hay comunidades de inmigrantes japoneses en Hawái que también utilizan el idioma (más de 250 000, el 30% de la población), en California (Estados Unidos) unas 300 000; en Brasil unas 400 000 y un número importante en Argentina y en la costa de Perú, así como otras partes del mundo. En las antiguas colonias japonesas como Corea, Manchuria (China), Guam, Taiwán, Filipinas, Islas Marshall y Palaos es conocido también por las personas de edad avanzada que recibieron instrucción escolar en este idioma. No obstante, la mayor parte de estas personas prefiere no utilizarlo.
Algunas de las similitudes léxicas entre las lenguas austronesias y el japonés podrían deberse a la influencia adstrato de algunas lenguas, aunque la evidencia en favor de dicha influencia prehistórica no es concluyente. A partir del siglo VII sí es notoria la influencia de la cultura china en Japón y la adopción en esta lengua de numerosos préstamos léxicos procedentes del idioma chino para designar conceptos técnicos y culturales asociados a la influencia china. El chino clásico es al japonés, algo similar a lo que las raíces de origen griego son a las lenguas europeas: una fuente de elementos léxicos para formar neologismos. El propio sistema de escritura japonesa es en sí mismo una muestra de la influencia cultural china en el japonés.
Los fonemas consonánticos son dieciséis o quince, dependiendo de si se considera o no que el sokuon corresponde a una consonante geminada o al archifonema /Q/, representado en la escritura por el símbolo sokuon que adopta el mismo sonido de la consonante que le sigue o en ocasiones se pronuncia como una oclusión glotal. La cuenta de sonidos es mucho más alta si se cuentan los alófonos de aparición consistente, representados entre corchetes en la siguiente tabla. Debe considerarse además que los préstamos tomados de otras lenguas a partir del siglo XX, particularmente del inglés, pueden conservar fonemas ajenos al inventario tradicional.
El objetivo de este libro es proporcionar al estudiante de japonés un método sencillo para correlacionar la escritura y el significado de los caracteres japoneses de modo que ambos aspectos resulten fáciles de recordar. El libro no está únicamente pensado para el principiante, sino también para el estudiante más avanzado que desee obtener una solución al constante sentimiento de frustración que surge al olvidar como escribir los kanji, y para el estudiante que desee un modo de sistematizar lo que ya conoce. Este método ofrece una nueva perspectiva desde la cual aprender los kanji, mostrando como desglosar las complejidades del sistema de escritura japonés, señalando sus elementos básicos y sugiriendo modos de reconstruir los significa dos a partir de dichos elementos.
Lo que hace que sea tan fácil olvidar los kanji es que carecen de conexión alguna con los patrones normales de la memoria visual. Estamos acostumbrados a las montanas y a las carreteras, a las caras de la gente y al aspecto de las ciudades, a las flores, a los animales y a los fenómenos naturales. Aun que sola mente podamos recordar inmediatamente una fracción de lo que vemos, estamos seguros de que, si prestamos suficiente atención, podremos recordar cualquier cosa que queramos recordar. Esta confianza no existe en el mundo de los kanji. La aproximación más cercana al tipo de patrones de memoria que requieren los kanji son los diversos alfabetos y sistemas numera les que conocemos. La diferencia estriba en que, mientras dichos símbolos suelen ser pocos y muchas veces están relacionados con sonidos, los kanji son miles y no tienen valores fonéticos consistentes. No obstante, los meto dos tradicionales para aprender los caracteres japoneses han venido siendo hasta ahora los mismos que los métodos para aprender los alfabetos: repetir las formas una por una, una y otra vez, año tras año. Dejando aparte todo valor ascético que pudiera tener dicha actividad, el modo más efectivo seria primero es de relacionar los caracteres a algo no relacionado con su sonido, para así romper los vínculos con la memoria visual, en la que confiamos al aprender los alfabetos.
Los orígenes del sistema de escritura japonés se remontan a la antigua China, al siglo XVII antes de la era cristiana. La escritura china, en la forma en la que la encontramos codificada unos 1000 años más tarde, consisto básicamente en detallados caracteres pictográficos. Al transcurrir los siglos, dichos caracteres sufrieron varias transformaciones y un proceso de estilización, así que en el momento en el que los kanji fueron introducidos en Japón, gracias a unos monjes budistas de Corea, y los japoneses empezaron a experimentar con la escritura china para ver como la podían adaptar a su propio idioma (aproximadamente entre los siglos IV y VII de nuestra era), ya se trataba de caracteres mucho más ideográficos y abstractos. Los japoneses efectuaron sus propias contribuciones y cambios con el tiempo, algo que cabía esperar. Y siguen haciéndolo, como cualquier otra cultura oriental moderna que utilice los kanji, aun más en cuestiones de uso de forma.
Esta historia es tan fascinante que muchos han respaldado el estudio de la etimología como un modo de aprender los kanji. Sin embargo, el estudiante se da cuenta rápidamente de los muchos puntos débiles de dicho enfoque. Es muy atractivo ver el antiguo dibujo de una mujer grabado tras su respectivo kanji, o descubrir la forma rudimentaria de una mano, un árbol o una casa. Pero cuando apartamos la vista del caracter, la clara memoria visual del familiar objeto sirve poco para recordar cómo escribir el kanji. Los estudios etimológicos son de mayor ayuda tras haber aprendido los kanji de uso general. Antes de eso, lo único que hacen es añadir más obstáculos a la memoria. Necesitamos distanciarnos mucho más radicalmente de la memoria visual.
Vamos a describirlo de un modo alternativo más grafico. Imaginémonos llevando un caleidoscopio a la luz y manteniéndolo lo más inmóvil que nos sea posible. Intentemos grabar en la memoria el peculiar dibujo que el juego de luz, espejos y piedrecitas de colores formaron. Es posible que nuestra memoria no esté lo suficientemente habituada a estas cosas y que tardaremos un rato, pero supongamos que lo conseguimos tras unos minutos. Cerramos los ojos, trazamos el dibujo en nuestra mente y a continuación comparamos nuestra propia imagen con la original hasta que estamos seguros de que la hemos memorizado bien. En ese momento pasa alguien y nos da un golpe en el codo. Se perdió el dibujo y aparece una nueva combinación en su lugar. Nuestra memoria empieza inmediatamente a dispersarse. Apartamos el caleidoscopio, nos sentamos e intentamos redibujar lo que acabábamos de memorizar, pero es inútil. No existe nada en nuestra memoria a partir del cual podamos sostener la imagen. Los kanji son exactamente lo mismo. Podemos sentarnos en nuestro escritorio y escribir y reescribir media docena de caracteres durante una hora o dos pero al día siguiente descubriremos que, al ver algo similar, se borra nuestra memoria anterior o a lo sumo la nueva información confunde irremediablemente a la antigua.
La mayoría de los estudiantes de japonés se desesperan pensando que los kanji solamente se pueden aprender ante una mesa, hincando los codos en ella y escribiendo una y otra vez el mismo carácter, a base de un colosal esfuerzo memorístico. Este libro demuestra que, si se cuenta con una buena estructura y un buen método imaginativo, el muro que representan los kanji puede derribarse sin tanto esfuerzo... y en este caso, incluso de un modo divertido.Esta obra es un curso cuyo objetivo no estriba solamente en recordar un cierto número de kanji, sino también en enseñar cómo recordar los caracteres. En la primera parte, se proporcionan cuentos asociativos completos de cada carácter. En la segunda, sólo se dan los argumentos de estos cuentos para que cada estudiante añada sus propios detalles basándose en la memoria y la imaginación. La tercera, que abarca la mayor parte del curso, sólo proporciona las palabras clave y los significados de los componentes, dejando al estudiante el resto del proceso.
La mayoría de las frases japonesas que veas tendrán combinaciones de hiragana y kanji y, en ocasiones, katakana. El hiragana y el katakana son únicos en la lengua japonesa y recomendamos encarecidamente que los estudiantes dominen estos dos sistemas antes de comenzar sus estudios de lengua japonesa en Japón.
El hiragana, que significa literalmente kana ordinario o simple, se utiliza sobre todo para las palabras nativas japonesas y los elementos gramaticales. Hay 46 caracteres básicos que simbolizan silabarios, es decir, 71 incluyendo los diacríticos. Cada sonido de la lengua japonesa corresponde a un carácter del silabario. Los estudiantes suelen aprender primero el hiragana, antes de aprender el katakana y el kanji.